De Vallejo a Paulo Coelho: tránsito simbólico
de la insensatez
El latifundio nos marcó el subconsciente
Mario
Vargas Llosa
Por
Ítalo Morales
Cuando leí el artículo en El Comercio Vallejo, Ribeyro y Montaigne de Diego de la Torre, Presidente del Pacto Mundial en el Perú, el 27
de marzo sobre la influencia
negativa de Vallejo en el subconsciente del peruano me produjo un espanto que rayaba en la
indignación. ¿Era que la indignación iba por el hecho de que los columnistas de
El Comercio carecen de niveles adecuados de comprensión de lectura? Ciertamente.
Y por eso me he sumado al apanado que le han hecho en diversas partes a Diego
de la Torre, por incurrir en una insensatez
sobre la obra de Vallejo y
Ribeyro. Dijo literalmente: “Vallejo fue un
maravilloso poeta, digno de un Premio Nobel, pero creo que influyó de manera
negativa en el subconsciente colectivo de los peruanos”. ¿Se infiere de ello
que el columnista recomienda acaso
“incinerar “ la literatura gris del Perú: Vallejo, Arguedas, Ribeyro, Ojeda, como en la
novela Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, donde leer impide
a sus ciudadanos ser felices? Esto implicaría llenar los estantes de las
bibliotecas con libros motivacionales, tipo Paulo Coelho, ¿Quién se ha llevado mi queso? o El mundo es tuyo pero tienes que ganártelo. Basura mediática
Anatole France
decía que los buenos libros nos descubren verdades no sobre cómo son las cosas,
sino cómo las cosas no son. Esto sugiere
que la buena literatura nunca recomienda, sino advierte. Por eso este artículo
intentará desmontar algunas falsedades en torno a Vallejo y a los libros
motivacionales que se le “oponen”, por su aparente optimismo frente a la vida
de los peruanos, tan lastimados en su inconsciente por “la angustia” del poeta
de Santiago de Chuco.
Primero lo voy a sentir por los que admiran y/o adoran a Coelho (sic) y consideran que sus libros son monumentos a la sabiduría(doblemente sic); lo siento porque defraudaré a quienes creen que la felicidad se compra en pastillas de papel bond. Lo siento porque les diré que las novelas o poemas que huelen a ruda y a incienso, me dan arcadas y me revelan el profundo deterioro que la literatura de consumo ha hecho de la llamada buena literatura. Coelho es un personaje de nuestra postmodernidad, herencia de una generación que mira a las estrellas para contarlas y no para soñarlas.
Los
poetas humanistas, aquellos que se rebelaron contra la muerte como Vallejo,
nunca cantarán a la velocidad, ni escribirán odas a la primavera mientras un
niño muera de hambre y cuando el dolor
crece a treinta minutos por segundo. Por otro lado, sé que Vallejo era alegre, como lo dicen casi todos
los entendidos, constatado por Ricardo Gonzales Vigil en su ponencia El Humor en Trilce y Poemas Humanos; tuvo
tristezas como todos, pero su poesía no es una declamación a la muerte: es una rebeldía metafísica contra
el descanto que ha significado la historia.
¿Es que acaso una obra literaria puede influir
negativamente o positivamente en la psique de una nación o en su inconsciente colectivo
hasta el punto de generarle una neurosis? ¿Werther conmocionó tanto a los alemanes
que los convirtió en suicidas? Es evidente que la literatura influye y conmociona generaciones, pero no es
determinante para socavar una identidad de un pueblo que ya la tiene. Una obra
puede dar origen a una nación, pero es inocua cuando un país casi no lee nada.
Y si así lo fuera, la supuesta tristeza de Vallejo nunca fue destructiva, ni
suicida, sino rebelde.
A las falacias desmontadas que han escrito
diversos columnistas de Lima como Gustavo Faveron, Iván Thays, sumaré algunas más.
1. Vallejo es muy conocido, pero no muy leído. Hay gente que piensa que la poesía no sirve para nada
Es una idea falsa y al mismo tiempo mucho más
verdadera de lo que estamos dispuestos a admitir, o formulado al revés, al
decir que la poesía no sirve, la gente tiene razón y sin embargo está
completamente equivocada. Marta Berlanga dice que esto se explica
porque quien lo dice considera que el fiel supremo para medir las cosas es la
utilidad. Y el valor de la poesía, si tiene alguno, no es ese, el poema no
sirve como útil, vale en tanto es y sirve para sí mismo, lo que genera efectos
impredecibles en las personas. Esto ha llevado que la poesía no se lea tanto
como otros géneros. Más aún en un país como el nuestro donde hallar un lector
es tan raro como encontrar un político honrado.
Todos hablan de Vallejo, pero nadie lo ha leído. Sucede algo parecido con Borges en Argentina. Por eso ¿qué tan dañino puede ser para un hombre de la calle la poesía vallejiana cuando él cuando apenas sabe que Vallejo se escribe con V? Por eso es falaz echarle la culpa a Vallejo y no a la pobreza y al racismo. Sobre todo en un país donde hasta 1969 una enorme cantidad de peruanos no podía votar porque eran legalmente analfabetos.
2. La poesía/narrativa vallejiana no
es de autoayuda ni de antiayuda
Cuando compre
un libro tipo Por favor sea feliz
sabrá que tendrá unos tips que le servirán para una semana de programación
mental, cuando adquiera un celular, sabrá que su dinero se recompensará en las
llamadas que tenga. La pregunta es ¿cuál es la moneda de intercambio en la
poesía vallejiana? La respuesta es que no hay tal moneda, que no hay
nada que sirva como medida común de su valor. De manera que el único
intercambio posible es entre una persona y una cosa de palabras o poema de
Vallejo, en una ocurrencia única, no repetible, no transmisible, al cual las
categorías del dar y el recibir no le calzan.
La poesía del vate
peruano está en una línea entre el bien y el mal. El mérito de él –si se quiere darle una compensación
social- es advertirnos, en contra de la celebración ciega de la vida, del
riesgo que acarrea esa ceguera: la gestación de un mundo a merced de las
dictaduras y de los abusos contra la humanidad.
Tampoco hay negatividad en su propuesta
poética, ya que, siguiendo la desastrosa y contradictoria lógica del
articulista Diego de la Torre, entonces su influencia pesimista habría
alcanzado a la civilización humana y a quienes estarían tentados de reconocerle
un premio Nobel. Toda España sufriría los embates de Trilce como si fuera un
huracán endemoniado.
3.
La poesía no es un género de masas: Vallejo no era una estrella de rock
La poesía de Vallejo hasta la actualidad transita entre coloquios y tesis
universitarias. Es una poesía cuyos títulos muchos conocen, pero que pocos han
paladeado. Es que en la poesía su relación con el
lector no es por medio de una asimilación directa de texto a lector,
sino a través de una suerte de conjuro que sólo es reconocido cuando la
totalidad del poeta ha sido reconstruido intuitivamente en la totalidad del
receptor. ¿Cómo influir en la psique de una
nación cuando apenas pocos saben de su existencia? ¿Influyó más Vallejo o los
Beatles? ¿La herencia de su poética fue acaso un libro de culto en las
juventudes peruanas de aquellos años, como lo fueron los libros de Mariátegui,
Víctor Raúl Haya de la Torre?
Por otro lado Vallejo no tiene porque ser leído por todo el mundo, sino no
sería Vallejo, sería sospechoso de no serlo. Paradoja que merece una atención,
tanto como la ingenuidad de creer que la poesía debe ser masiva. Nunca lo fue,
creo que nunca lo será. Ya para ese entonces el poeta había bajado de su
pedestal.
Hay que sospechar de los libros que
se venden como recetas, Crepúsculo, Harry Potter, La Quinta Montaña. Narrativas
exitosas que nunca tuvo ni por asomo poetas como Elliot, Pound o Cernuda.
4. El subconsciente de una nación se
funda en raíces etnográficas, sociohistóricas,
geográficas y políticas: Vallejo no es Cristo.
Dice Gustavo Faveron sobre el artículo de marras: “Para de la Torre, César
Vallejo ha sido más nefasto que Fujimori o Guzmán porque se insertó en el
inconsciente y, para poderlo discernir, sería necesario un psicoanalista.
Habría que preguntarle al columnista peruano qué influencia ha tenido “Las once
mil vergas” de Apollinaire en el comportamiento de los franceses o si Passolini
por haber hecho “Saló o los 120 días de Sodoma” es el culpable de que Italia
tenga a Berlusconi”
Es evidente que pensar que la obra de un individuo puede influir
negativamente en el subconsciente es socavar las bases de la construcción del
imaginario social. La cosa es más o menos al revés. Si bien es cierto que
individuos han penetrado en el inconsciente por la herencia de símbolos míticos
o religiosos, en Vallejo esta hiperbólica grandeza que se le atribuye es casi
cómica. La tristeza del hombre andino tiene herencia milenaria; su silencio es
ancestral en la que se combina hechos sociales y geográficos. La peruanidad es
un proceso vulnerado por la conquista, la guerra perdida, el sentimiento de que
algo nos falta, un cierto deja vú en
la mitología. ¿Acaso el latifundio nos marcó el subconsciente, como dice Vargas
Llosa? El ser peruano es una construcción casi utópica entre mundos tan
distantes. Estos procesos han sido estudiados por grandes teóricos, como
Basadre, Mariátegui, Galindo, Max Hernandez, etc.
5. La voz poética de Vallejo no va
dirigida a un espacio geográfico determinado, sino que es universal
Vallejo
ha sublimado la esencia del hombre ante el mundo, ante Dios, ante el destino.
Su peruanidad es universal y su universalidad no se encasilla en una topografía
ingenua. ¿Acaso Trilce es el alma de un peruano en el centro de una plaza o
Poemas Humanos sólo refieren pasajes andinos?
Hay un cosmopolitismo en sus poemas. Vallejo ha universalizado el ande y
su dolor es el dolor de la humanidad. El inconsciente peruano en él sólo parte
por una neurosis maternal.
6.
Ningún Vallejiano se ha desbarrancado por el hecho de leerlo: su poesía es
rebelde y no funesta.
La
muerte no es un deseo, sino una condición de negación de la vida. Cuando
Vallejo problematiza y personifica el dolor no lo hace desde el prisma de lo
terminado, sino de lo incompleto. Para Vallejo el ser humano está inconcluso,
le faltaba su lado perdido en la historia, quizás un lazo con el cosmos y con
la vida. En esa búsqueda se rebela. Cito
a Thays: “Lo que no llega a entender Diego de la Torre es que todos los
artistas crean sus obras a partir del descubrimiento de las fracturas del
mundo. Mario Vargas Llosa ha explicado hasta el hartazgo que los escritores
escriben para "mejorar la realidad", y que esa necesidad aparece
cuando se quiebra la relación con el mundo y empieza una actitud crítica”.Lo
confirma Beto Ortiz cuando dice que Vallejo no es triste, es
subversivo: La cólera que quiebra al hombre en niños, que
quiebra al niño en pájaros iguales, y al pájaro, después, en huevecillos; la
cólera del pobre tiene un aceite contra dos vinagres.
Continúa explicando Thays “aquella aparente
tristeza en muchos de sus poemas, no necesariamente lo definen como el poeta
llorón, como otros lo han llamado. Según Antenor Orrego y Juan Espejo
Asturrizaga: "...era bromista y juguetón, como un niño.
Por
eso si Vallejo no era triste en la vida cotidiana, entonces creo que Vallejo
reflejaba lo que Albert Camus llama un rebelde metafísico, es decir aquella
situación en que el hombre se alza contra la condición en que le ha situado la
creación. Contra el principio de injusticia que observa en el mundo, el hombre
rebelde reclama el principio de justicia que lleva consigo. Tal y como lo
expresa Camus, la rebeldía metafísica no se identifica totalmente con el
ateísmo, ya que aquella desafía más que niega. No pretende suprimir la
divinidad, sino hablarle de igual a igual: “Dios
mío si tu hubieras sido hombre hoy supieras ser Dios”.
De
esto se puede inferir ciertas variables
que los representantes de la literatura de consumo tratan de defender a
costa de poetas como Vallejo o de
narradores como Ribeyro.
Creencias/olvidos/literatura
para leerse con marihuana
1.
Coelho es un referente curativo para la
neurosis social en que estamos sumergidos. Poetas como Vallejo deberían
proscribirse para siempre.
2. Los individuos triunfan cuando se sobreponen
a un fracaso: “Lo hice yo, hazlo tú”. La venta de recetas de éxito triunfará
sobre libros catastróficos como Los Heraldos Negros. Este mercadeo de la competencia en que
la que no vale estar triste, porque el otro es feliz y te ganará el empleo ya
lo veía Freud, para explicar la neurosis de la sociedad capitalista
3. Vallejo es un síntoma del fracaso y Coelho no lo es. Pues claro, el brasileño ha vendido en un año lo que Vallejo en toda su vida.
Corrección: es
notoriamente estúpido como dice que Gustavo Faverón creer que por culpa de Kafka los germanos
suponen que un hombre es en el fondo una cucaracha, o que debido a Melville y a
Hawthorne y a Poe y a Faulkner los americanos se creen condenados a la
desgracia y al horror, o que Camus y Sartre han convertido a los franceses en
fatalistas o en nihilistas. Aceptémoslo: hay una razón por la cual Vallejo
escribió "Los nueve monstruos" y la obra cumbre de Alonso Alegría es
Nubeluz.” Lo de Alegría se refiere que el hijo de Ciro Alegría, también le dio
la razón a Diego la Torre y que por un asunto de terrible destino, Alegría fue el creador de Nube Luz y
Vallejo de Trilce.
***
Para De la
Torre Vallejo es un síntoma del fracaso
de la peruanidad: el emblema mortuorio de la que se queja Zavalita, en su jodida taberna. Hay en Vallejo un colapso ineludible que el peruano jamás ha vivido. Por contrapartida Coelho es
el símbolo de la carita feliz: un verdadero emoticón sacándole la lengua a la
derrota y a los poetas malditos que se incendian en las plazas. Pobres fracasados,
cuando deberían estar vendiendo libros como El Mundo es Tuyo, conquístalo,
en lugar de escribir versos como “Yo nací un día que Dios estuvo enfermo”. Vallejo no tiene la culpa de que el Perú no
sea Suiza, dice Pedro Salinas.
Estos
argumentos De la Torre revelan el grado de entropía que puede llegar el
cerebro cuando se lo expone a la idea de que vida se puede etiquetar en una
marca registrada o cuando se cree que la felicidad viene
en una lata de conservas.
Esta clase de ideas y prejuicios sobre Vallejo
revelan la pronta caída de los héroes de la cultura en el Perú, la negación del
pedestal que antes tuvieron. Vallejo es de aquellos poetas que se resisten a
morir, porque son parte de la grandeza de una nación. Un poeta como él vale tanto como Machu Picchu: Es
identidad, es rareza. Vallejo ya no es hombre, sino un símbolo que no cuentan las
estadísticas de la economía. Se ha hecho parte del saber mitológico de su
gente. Cuando todos lo sueñen, entonces si será para parte del inconsciente
colectivo.
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