sábado, 14 de abril de 2012


 De Vallejo a Paulo Coelho: tránsito simbólico de la insensatez






El latifundio nos marcó el subconsciente


 Mario Vargas Llosa






Por Ítalo Morales


Cuando leí el artículo en El Comercio Vallejo, Ribeyro y Montaigne de Diego de la Torre,  Presidente del Pacto Mundial en el Perú, el 27 de marzo   sobre la influencia negativa de Vallejo en el subconsciente del  peruano me produjo un espanto que rayaba en la indignación. ¿Era que la indignación iba por el hecho de que los columnistas de El Comercio carecen de niveles adecuados de comprensión de lectura? Ciertamente. Y por eso me he sumado al apanado que le han hecho en diversas partes a Diego de la Torre, por incurrir en una insensatez  sobre la obra  de Vallejo y Ribeyro. Dijo literalmente: “Vallejo fue un maravilloso poeta, digno de un Premio Nobel, pero creo que influyó de manera negativa en el subconsciente colectivo de los peruanos”. ¿Se infiere de ello que el columnista recomienda acaso  “incinerar “ la literatura gris del Perú:  Vallejo, Arguedas, Ribeyro, Ojeda, como en la novela Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, donde leer impide a sus ciudadanos ser felices? Esto implicaría llenar los estantes de las bibliotecas con libros motivacionales, tipo Paulo Coelho, ¿Quién se  ha llevado mi queso? o El mundo es tuyo pero tienes que ganártelo. Basura mediática



 
Anatole France decía que los buenos libros nos descubren verdades no sobre cómo son las cosas, sino cómo las cosas no son.  Esto sugiere que la buena literatura nunca recomienda, sino advierte. Por eso este artículo intentará desmontar algunas falsedades en torno a Vallejo y a los libros motivacionales que se le “oponen”, por su aparente optimismo frente a la vida de los peruanos, tan lastimados en su inconsciente por “la angustia” del poeta de Santiago de Chuco.




Primero lo voy a sentir por los que admiran y/o  adoran a Coelho (sic)  y consideran que sus libros son monumentos a  la sabiduría(doblemente sic); lo siento porque defraudaré a quienes creen que la felicidad se compra en pastillas de papel bond. Lo siento porque les diré que las novelas o poemas que huelen a ruda y a incienso, me dan arcadas y me revelan el profundo deterioro que la literatura de consumo  ha hecho de la llamada buena literatura. Coelho  es un personaje de nuestra postmodernidad, herencia de una generación  que mira a las estrellas  para contarlas y no para soñarlas.


 Los poetas humanistas, aquellos que se rebelaron contra la muerte como Vallejo, nunca cantarán a la velocidad, ni escribirán odas a la primavera mientras un niño muera de hambre y cuando el dolor crece a treinta minutos por segundo. Por otro lado, sé que  Vallejo era alegre, como lo dicen casi todos los entendidos, constatado por Ricardo Gonzales Vigil en su ponencia El Humor en Trilce y Poemas Humanos; tuvo tristezas como todos, pero su poesía no es una declamación  a la muerte: es una rebeldía metafísica contra el descanto que ha significado la historia.



 
¿Es que acaso una obra literaria puede influir negativamente o positivamente en la psique de una nación o en su inconsciente colectivo hasta el punto de generarle una neurosis? ¿Werther conmocionó tanto a los alemanes que los convirtió en suicidas? Es evidente que la literatura influye  y conmociona generaciones, pero no es determinante para socavar una identidad de un pueblo que ya la tiene. Una obra puede dar origen a una nación, pero es inocua cuando un país casi no lee nada. Y si así lo fuera, la supuesta tristeza de Vallejo nunca fue destructiva, ni suicida,  sino rebelde.



 
A las falacias desmontadas que han escrito diversos columnistas de Lima como Gustavo Faveron, Iván Thays, sumaré  algunas más.



 
1. Vallejo  es muy conocido, pero  no muy leído. Hay gente que  piensa que la poesía no sirve para nada


Es una idea falsa y al mismo tiempo mucho más verdadera de lo que estamos dispuestos a admitir, o formulado al revés, al decir que la poesía no sirve, la gente tiene razón y sin embargo está completamente equivocada.  Marta Berlanga dice que esto se explica porque quien lo dice considera que el fiel supremo para medir las cosas es la utilidad. Y el valor de la poesía, si tiene alguno, no es ese, el poema no sirve como útil, vale en tanto es y sirve para sí mismo, lo que genera efectos impredecibles en las personas. Esto ha llevado que la poesía no se lea tanto como otros géneros. Más aún en un país como el nuestro donde hallar un lector es tan raro como encontrar un político honrado.



Todos hablan de Vallejo, pero nadie lo ha leído. Sucede algo parecido con Borges en Argentina. Por eso ¿qué tan dañino puede ser para un hombre de la calle la poesía vallejiana  cuando él  cuando apenas sabe que Vallejo se escribe con V? Por eso es falaz echarle la culpa a Vallejo y no a la pobreza y  al racismo. Sobre todo en un país donde hasta 1969 una enorme cantidad de peruanos no podía votar porque eran legalmente analfabetos.


2. La poesía/narrativa vallejiana no es de autoayuda ni de antiayuda



 
Cuando compre  un libro tipo Por favor sea feliz sabrá que tendrá unos tips que le servirán para una semana de programación mental, cuando adquiera un celular, sabrá que su dinero se recompensará en las llamadas que tenga. La pregunta es ¿cuál es la moneda de intercambio en la poesía vallejiana?  La  respuesta es que no hay tal moneda, que no hay nada que sirva como medida común de su valor. De manera que el único intercambio posible es entre una persona y una cosa de palabras o poema de Vallejo, en una ocurrencia única, no repetible, no transmisible, al cual las categorías del dar y el recibir no le calzan.


La poesía del vate peruano  está en una línea entre el bien  y el mal. El mérito de  él –si se quiere darle una compensación social- es advertirnos, en contra de la celebración ciega de la vida, del riesgo que acarrea esa ceguera: la gestación de un mundo a merced de las dictaduras y de los abusos contra la humanidad.



 
Tampoco hay negatividad en su propuesta poética, ya que, siguiendo la desastrosa y contradictoria lógica del articulista Diego de la Torre, entonces su influencia pesimista habría alcanzado a la civilización humana y a quienes estarían tentados de reconocerle un premio Nobel. Toda España sufriría los embates de Trilce como si fuera un huracán endemoniado.





3. La poesía no es un género de masas: Vallejo no era una estrella de rock


La poesía de Vallejo hasta la actualidad transita entre coloquios y tesis universitarias. Es una poesía cuyos títulos muchos conocen, pero que pocos han paladeado.  Es que en la poesía su relación con el lector  no es por medio  de una asimilación directa de texto a lector, sino a través de una suerte de conjuro que sólo es reconocido cuando la totalidad del poeta ha sido reconstruido intuitivamente en la totalidad del receptor. ¿Cómo influir en la psique de una nación cuando apenas pocos saben de su existencia? ¿Influyó más Vallejo o los Beatles? ¿La herencia de su poética fue acaso un libro de culto en las juventudes peruanas de aquellos años, como lo fueron los libros de Mariátegui, Víctor Raúl Haya de la Torre? 


Por otro lado Vallejo no tiene porque ser leído por todo el mundo, sino no sería Vallejo, sería sospechoso de no serlo. Paradoja que merece una atención, tanto como la ingenuidad de creer que la poesía debe ser masiva. Nunca lo fue, creo que nunca lo será. Ya para ese entonces el poeta había bajado de su pedestal.


Hay que sospechar de los libros  que se venden como recetas, Crepúsculo, Harry Potter, La Quinta Montaña. Narrativas exitosas que nunca tuvo ni por asomo poetas como   Elliot, Pound o  Cernuda.


4. El subconsciente de una nación se funda en  raíces etnográficas, sociohistóricas, geográficas y políticas: Vallejo no es Cristo.


Dice Gustavo Faveron sobre el artículo de marras: “Para de la Torre, César Vallejo ha sido más nefasto que Fujimori o Guzmán porque se insertó en el inconsciente y, para poderlo discernir, sería necesario un psicoanalista. Habría que preguntarle al columnista peruano qué influencia ha tenido “Las once mil vergas” de Apollinaire en el comportamiento de los franceses o si Passolini por haber hecho “Saló o los 120 días de Sodoma” es el culpable de que Italia tenga a Berlusconi”


Es evidente que pensar que la obra de un individuo puede influir negativamente en el subconsciente es socavar las bases de la construcción del imaginario social. La cosa es más o menos al revés. Si bien es cierto que individuos han penetrado en el inconsciente por la herencia de símbolos míticos o religiosos, en Vallejo esta hiperbólica grandeza que se le atribuye es casi cómica. La tristeza del hombre andino tiene herencia milenaria; su silencio es ancestral en la que se combina hechos sociales y geográficos. La peruanidad es un proceso vulnerado por la conquista, la guerra perdida, el sentimiento de que algo nos falta, un cierto deja vú en la mitología. ¿Acaso el latifundio nos marcó el subconsciente, como dice Vargas Llosa? El ser peruano es una construcción casi utópica entre mundos tan distantes. Estos procesos han sido estudiados por grandes teóricos, como Basadre, Mariátegui, Galindo, Max Hernandez, etc.





5. La voz poética de Vallejo no va dirigida a un espacio geográfico determinado, sino que es universal





Vallejo ha sublimado la esencia del hombre ante el mundo, ante Dios, ante el destino. Su peruanidad es universal y su universalidad no se encasilla en una topografía ingenua. ¿Acaso Trilce es el alma de un peruano en el centro de una plaza o Poemas Humanos sólo refieren pasajes andinos?  Hay un cosmopolitismo en sus poemas. Vallejo ha universalizado el ande y su dolor es el dolor de la humanidad. El inconsciente peruano en él sólo parte por una neurosis maternal.








6. Ningún Vallejiano se ha desbarrancado por el hecho de leerlo: su poesía es rebelde y no funesta.





La muerte no es un deseo, sino una condición de negación de la vida. Cuando Vallejo problematiza y personifica el dolor no lo hace desde el prisma de lo terminado, sino de lo incompleto. Para Vallejo el ser humano está inconcluso, le faltaba su lado perdido en la historia, quizás un lazo con el cosmos y con la vida. En esa búsqueda se rebela.  Cito a Thays: “Lo que no llega a entender Diego de la Torre es que todos los artistas crean sus obras a partir del descubrimiento de las fracturas del mundo. Mario Vargas Llosa ha explicado hasta el hartazgo que los escritores escriben para "mejorar la realidad", y que esa necesidad aparece cuando se quiebra la relación con el mundo y empieza una actitud crítica”.Lo confirma  Beto Ortiz  cuando dice que Vallejo no es triste, es subversivo: La cólera que quiebra al hombre en niños, que quiebra al niño en pájaros iguales, y al pájaro, después, en huevecillos; la cólera del pobre tiene un aceite contra dos vinagres.



Continúa explicando Thays “aquella aparente tristeza en muchos de sus poemas, no necesariamente lo definen como el poeta llorón, como otros lo han llamado. Según Antenor Orrego y Juan Espejo Asturrizaga: "...era bromista y juguetón, como un niño.






Por eso si Vallejo no era triste en la vida cotidiana, entonces creo que Vallejo reflejaba lo que Albert Camus llama un rebelde metafísico, es decir aquella situación en que el hombre se alza contra la condición en que le ha situado la creación. Contra el principio de injusticia que observa en el mundo, el hombre rebelde reclama el principio de justicia que lleva consigo. Tal y como lo expresa Camus, la rebeldía metafísica no se identifica totalmente con el ateísmo, ya que aquella desafía más que niega. No pretende suprimir la divinidad, sino hablarle de igual a igual: “Dios mío si tu hubieras sido hombre hoy supieras ser Dios”.



De esto se puede inferir ciertas variables  que los representantes de la literatura de consumo tratan de defender a costa  de poetas como Vallejo o de narradores como Ribeyro.





Creencias/olvidos/literatura para leerse con marihuana




1. Coelho es un referente curativo  para la neurosis social en que estamos sumergidos. Poetas como Vallejo deberían proscribirse para siempre.




2.  Los individuos triunfan cuando se sobreponen a un fracaso: “Lo hice yo, hazlo tú”. La venta de recetas de éxito triunfará sobre libros catastróficos como Los Heraldos Negros. Este mercadeo de la competencia en que la que no vale estar triste, porque el otro es feliz y te ganará el empleo ya lo veía Freud, para explicar la neurosis de la sociedad capitalista





3.  Vallejo  es un síntoma  del fracaso y  Coelho no lo es. Pues claro, el brasileño ha vendido en un año lo que Vallejo en toda su vida.



Corrección: es notoriamente estúpido como dice que Gustavo Faverón  creer que por culpa de Kafka los germanos suponen que un hombre es en el fondo una cucaracha, o que debido a Melville y a Hawthorne y a Poe y a Faulkner los americanos se creen condenados a la desgracia y al horror, o que Camus y Sartre han convertido a los franceses en fatalistas o en nihilistas. Aceptémoslo: hay una razón por la cual Vallejo escribió "Los nueve monstruos" y la obra cumbre de Alonso Alegría es Nubeluz.” Lo de Alegría se refiere que el hijo de Ciro Alegría, también le dio la razón a Diego la Torre y que por un asunto de terrible  destino, Alegría fue el creador de Nube Luz y Vallejo de Trilce.



***


Para  De la Torre  Vallejo es un síntoma del fracaso de la peruanidad: el emblema mortuorio de la que se queja Zavalita, en su jodida taberna.  Hay en Vallejo un colapso  ineludible que el peruano  jamás ha vivido. Por contrapartida Coelho es el símbolo de la carita feliz: un verdadero emoticón sacándole la lengua a la derrota y a los poetas malditos que se incendian en las plazas. Pobres fracasados, cuando deberían estar vendiendo libros como El Mundo es Tuyo, conquístalo, en lugar de escribir versos como “Yo nací un día que Dios estuvo enfermo”. Vallejo no tiene la culpa de que el Perú no sea Suiza, dice Pedro Salinas.


Estos  argumentos De la Torre revelan el grado de entropía que puede llegar el cerebro cuando se lo expone a la idea de que vida se puede etiquetar en una marca registrada o cuando se cree que la felicidad  viene  en una lata de  conservas.





Esta clase de ideas y prejuicios sobre Vallejo revelan la pronta caída de los héroes de la cultura en el Perú, la negación del pedestal que antes tuvieron. Vallejo es de aquellos poetas que se resisten a morir, porque son parte de la grandeza de una nación. Un poeta  como él vale tanto como Machu Picchu: Es identidad, es rareza. Vallejo ya no es hombre, sino un símbolo que no cuentan las estadísticas de la economía. Se ha hecho parte del saber mitológico de su gente. Cuando todos lo sueñen, entonces si será para parte del inconsciente colectivo.



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