lunes, 16 de abril de 2012


EL VUELO DE LA MOSCA: NOSTALGIA DE UN PUERTO  GRIS









El primer acercamiento a la poesía de César Quispe, en el Vuelo de la Mosca (Ornitorrinquito ediciones, 2007) significa bucear en el territorio de la nostalgia, en el silencio que otorgan las palabras hervidas en el sufrimiento para luego ser cinceladas en versos que saben a brisa, a sal, a destierro.





Son 15 poemas trabajados con el ritmo sostenido de frases que agrupan versos encabalgados por el  sonido interior, coloquiales, cuya referencia al individualismo se explora necesariamente con su correspondiente contexto. Quispe en este primer libro explora con  relativa calidad en espacios comunes a su historia y presenta la cotidianidad de un puerto –referencia semiológica a Chimbote- caótico, fragmentado. Su poeticidad surge desde el instante en que el poeta  bucea en su tierra y en su historia y desde ese margen va desenterrando  imágenes perdidas,  construyendo universos apagados, invocando voces que han sido  diluidas  por el tiempo y la memoria.







La irradiación nostálgica  en el Vuelo de la Mosca  surge desde el primer poema  Puerto (no es gratuito que aparezca 22 veces en el libro). La referencia inmediata con Chimbote aparece marcada por la construcción de imágenes que actualizan el caos, la pérdida irreparable de la esencia de una ciudad fantasmagórica. Las frases recurrentes son similares a “Puerto sin destino”, “yo nunca pedí venir a este puerto”. El aliento destructivo que  emiten  los poemas de este corte, como Que importan mis cabellos viejos, Como no entenderte, No tengo flores, no tengo rosas, es similar a los registros de Juan Ojeda. Es decir, imágenes poéticas que recuperan la esencia de una ciudad derruida por el olvido: metáforas que aparecen como vientos del desierto: barren el polvo, la esperanza.  A las calles nadie los transita; a los barcos solitarios, nadie los navega. Alguien se llevó los sueños inconclusos. Los corazones parecen vacíos y los ojos llenos de furor y de rabia.





Ante este marco surge la voz  del yo lírico que ansía la destrucción del caos y la vuelta al equilibro metafísico  del pasado: la historia virgen, el eterno retorno a la infancia: un ansias furibundo por vaciar la memoria. El poeta  entonces aviva una ligera connotación política y blande la palabra guerra (aparece 23 veces) y con el corazón hinchado de humanidad se muestra rebelde. La perplejidad dialéctica se sumerge desde todos los signos posibles que   connoten simbolismos. Dice “Hay una guerra / entre la chalina y mi garganta, / entre el vaso y mis labios,/ entre el puerto y las fábricas,/ entre mi perro y su soga.”



Otra característica en el libro –sin necesariamente aparecer en el orden lógico como se está mostrando- es el claro sentimiento de evasión que se lee entre líneas. Dice “Quiero correr /  pegarme a tu lado, /alistarme en la guerra, /levantar mi palabra” (De cáñamo y brea).



El poeta al  sentir  la maquinaria de la rutina y la podredumbre  que representa ese gato viejo que ronda los techos, caminando sobre escombros, sobre esteras alimenta la fuerza de una realidad devastada. Aquí hay una recurrencia a la creación de imágenes cuya construcción son homogéneas: peine desolado, camisa desteñida, zapato agujereado, sandalia olvidada, cuchara de palo, viejo zapato, etc. La marginalidad se mezcla con la evidencia de algo que no anda bien. Entonces el amor, la búsqueda de algún cielo normando o vikingo precipitan la caída de nuevo a la memoria. La flor asume un rol semiótico al ser oposición entre el caos y la barbarie. La flor y  la poesía aparecen como anuncios de nuevos soles y nuevas auroras. En esa búsqueda de la esencia el yo lírico es una especie de filósofo que deambula por  las calles sucias del puerto. Estas referencias contextuales –nótese el coloquialismo y la mención  a figuras históricas como el Loco Moncada, el chileno Lynch, nombres autobiográficos, etc- participan de esa poeticidad.





El Vuelo de la Mosca  es la síntesis de una vida contemplativa de la cotidianidad: poemario rasgado por el sentimiento de la tierra y el retorno de las fuentes de la memoria. En su lectura uno  hallará  que las palabras han sido expuestas al viento  y la brisa de un puerto quebrado.








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