miércoles, 14 de marzo de 2012


LA FUNCIÓN DEL HOMBRE DENTRO DE LAS AXIOLOGÍAS CULTURALES









1.- ¿VERDAD UNIVERSAL O VERDADES  HETERÓCLITAS?





            El reconocimiento actual de que la cultural universal se diversifica en una multiplicidad de culturas, nos lleva a repensar el concepto de verdad tomada ésta en el sentido clásico del término: objetividad de una  cosa que es. Para esto abordamos las categorías del individuo y de sociedad, enmarcándolas en el criterio del UNO  y  de los OTROs. Cuando  el UNO  está inserto en una  determinada cultura aprende  sus patrones de vida y aprende a profesar la  verdad que le adiestraron: verdad bíblica cristiana, por ejemplo. Sin embargo, reprende el concepto de los OTROS, porque los  asume como errados, propiciando la intolerancia que se transmite de generación en generación, hasta arribar a límites que pueden hacer peligrar el diálogo universal.



          El relativismo cultural nos enseña, según Marvin Harris, a ser tolerantes con otras culturas y  a eliminar los residuos del subjetivismo en que el UNO a veces se ufana: mi cultura es superior al de los OTROs. La verdad, como enseñaba Niestzche, es un acto de voluntad que emerge del propio hombre y por lo tanto cada micromundo -de los miles que existen- tiene cosmovisiones y axiologías diversas. El proceso culturizador y  evangelizador del UNO, que pretende sojuzgar a los OTROs, ya que los considera bárbaros, salvajes puede llegar a aplicar herramientas exterminadoras  de tipo fascistas, que  deriven en pensamientos raciales como el Nazismo alemán  o el Apartheid en el  África. Si bien es cierto que el relativismo cultural en cierta manera se contradice como afirma Álvarez Donoso y  Stephen A..James, en el hecho de  que al pretender las nivelaciones culturales, se presume nivelar patrones axiológicos, lo que en  el fondo no es posible .El valor de una cultura no está al mismo nivel en la otra cultura; sin embargo lo importante es que debemos reconocer esa cierta  ignorancia en cada cultura. Es cierto lo que dice en este sentido Jean Lyotard: la cultura es siempre un saber y un no saber. No se sabe lo que el OTRO  es en realidad,  de allí que se edifique la intolerancia. A veces sólo se manifiestan sus llamados errores: canibalismo, rituales sangrientos, mutilaciones, etc., que desde la perspectiva de la llamada civilización son vistas como espectáculos grotescos.





          Por eso el UNO debe  aprehender sobre la cultura del OTRO, penetrar en sus mundos y asociar sus  diferenciaciones de valores a un marco de respeto. Si bien es cierto que  Álvarez Donoso expresa que el relativismo ético es una falacia, porque considera que no hay valores diferenciados, asemejándose más bien al pensamiento de  David Humen, sobre la verdad ideal, universal, en el fondo la verdades culturales se reducen al propio proceso del cambio: la transformación. Particularmente nos adherimos a la idea de Paúl Feyeraben  quien nos dice que la verdad no es perenne, ella cambia constantemente. Verdad cultural es reconocer  en el OTRO, lo que  el UNO  ignora y viceversa. Sólo por este reconocimiento es posible la construcción de una nueva sociedad, sin intolerancia ni verticalismo.





2.-LA LIBERTAD DEL UNO ES LA LIBERTAD DEL OTRO.

      

El hombre es un ser expulsado al mundo para ser libre. Sólo se hace cultura y  se potencia la creatividad, sobre la noción de libertad. Libertad no es abstracción, no es entelequia. Para librar a los OTROS, partiendo desde el UNO, es necesario no dominarlo, sino liberarlo. Ya Platón, en La Republica expresaba  que el diálogo en educación, así como la comunicación sin recelos, horizontal era decisiva para la desinhibición; sin embargo su pensamiento era homogenizador: una sola educación para todos. En el fondo es cierto, pero al existir un solo patrón de verdad educativa, se vulnera el concepto de lo OTROS, No se afirma sus derechos y no se los hace libres.



Muchos coinciden en este último criterio: Bertrand Rusell, Herber Spencer, Blanco Concepción Sánchez: el principal objetivo del sistema educativo es empujar al hombre hacia una libertad que lo dignifique en su esencia. Sólo a partir de esta premisa el UNO puede autoafirmarse como sujeto dentro de su cultura: dándole una educación constructiva, dialogante, donde exprese libertad. ¿Es posible afirmar la identidad del UNO, dentro de un mundo cultural exótico, por ejemplo el Aimara, sin vulnerar los patrones de una educación globalizada? Todo indica que la relación del sujeto con la educación, ya no es vertical, sino transformadora, horizontal. Uno de sus metas es  lograr que el sujeto sea dialogante, no sólo en el aula, sino con los OTROS, con sus culturas que parecen antagónicas y que sin embargo son similares en niveles axiológicos a los suyos.





Por otro lado se piensa que la inteligencia es privilegio de culturas avanzadas, pero, como indica Vásquez Gómez, no existe el innatismo intelectual; ese criterio fascista, no es válido. La inteligencia puede ser modificada por la educación. A un mejor sistema educativo, se mejorará los niveles de intelectualidad y se construirá un hombre libre consigo mismo y capaz de reconocer la libertad de los OTROs.









3.-EL EJERCICIO  DEL PODER



La vieja noción aristotélica de que la inteligencia era privilegio de los lideres y la ausencia de ella se achacaba a los otros: los esclavos, era en verdad erróneo. Los poderes políticos en cierta manera deberían estar regidos por una noción de inteligencia que ayude a las transformación de los OTROs; sin embargo, como dice Bakunin y Freud, el instinto del poder se adueña del UNO .Ser  gobernante, lo enceguece, lo encierra en su decadencia, a tal punto que no vislumbra el bienestar de los OTROs, sino de el UNO. Es un profundo y cruel egoísmo.



A pesar de esto es necesario el poder y la presencia del líder,  pues como dice Habermas, el sentido positivo del poder está en la  representatividad, en que los OTROS reconocen en el UNO, su identidad y sus debilidades. Es un contrato social- hablando en términos de Roussoe- entre ellos. Por lo tanto la mayoría reconoce en el gobernante, el poder que tiene porque la facultad de mandar proviene de ellos mismos. Ir contra ese poder sería ir contra la evolución social, retroceder al estado primitivo en que las leyes no se reconocían como hechos culturales, sino como expresión de la subjetividad  del UNO, del chaman o mediador entre los hombres y los dioses, o en todo del caso del rey, quien era la ley y la sentencia. Por eso los sistemas progresan, por su implícita constitución de que hay un pacto entre el que gobierna y el gobernado.



Si bien es cierto que las leyes sociales coactan cierta  libertad, como dice  Herbert Marcuse, pero ello  no implica  concebir al poder como elemento negativo, en términos marxistas, sino como  una construcción de la humanidad. Por eso nos apegamos al criterio de Michel de Foucalt, que habla del poder como expresión de la positividad del hombre, ya que el poder le otorga libertad dentro de sus límites. Sólo así  se edifica los engranajes sociales; sólo así  la educación se reconoce como una continua construcción hacia la búsqueda de las esencias humanas: la libertad, la tolerancia, el respeto y la justicia.





¿Cuál es lo negativo del poder? Jhon Locke afirma que el poder puede coaccionar los derechos del hombre En cierta forma es contradictoria la idea: educar en sociedad para liberar. Sin embargo, no debe comprenderse el término coaccionar como algo negativo, que suprime. Si bien es cierto en algunas sociedades el poder vertical, autoritario es  nocivo para la creatividad de los sujetos pensantes, pero en términos generales, en un sentido de justicia y legalidad, los límites y los deberes que nos imponen el poder políticos, hechos por los hombres  a los cuales regirá sólo pueden ser comprendidos como necesidades. El UNO no puede vulnerar el límite del OTRO, ya que se entraría en conflicto, se eliminaría la tolerancia. Allí el poder entra en juego: preservar la sociedad, las normas y su misma noción de Estado.  He ahí reside la racionalidad del poder, como señala Habermas.







4.- DIOS: UNA CATEGORÍA DE LA VOLUNTAD





En páginas anteriores señalamos que según Nietzche, la verdad es entendida como generatividad de la voluntad del UNO, entonces ¿es posible concebir la verdad religiosa en este sentido? ¿Es Dios un concepto antes que una naturaleza? Ya hace muchos siglos Lucrecio decía que el mundo era imperfecto y por lo tanto los dioses no podían haberlo creado. Replanteemos la pregunta. ¿Es Dios un ser imperfecto que ha  creado un hombre imperfecto? Creemos  que la pregunta puede abarcar muchos aspectos de la gnoseología humana; sin embargo, consideramos que la religión puede ser un arma de doble filo: afirmar la libertad o negarla. Religión es cultura. Con este concepto volveríamos al inicio y diríamos que al haber muchas culturas, es erróneo pensar como Rodríguez Bustamente que dice: sólo la revolución cristiana es la correcta, o  negarlo tajantemente como Marx: religión es el opio del pueblo. Todo el debate no debe personalizarse. Por eso los criterios educativos son importantes; no tanto como un sistema de conocimientos, sino como un conjunto de actitudes. El conocimiento en términos religiosos nos puede llevar a destruir el concepto del OTRO. Islamismo no debe ser lo opuesto de Cristianismo. Estas alteridades empujan al sistema a un límite donde es difícil retroceder.





Por eso el problema no es si Dios es existe o no existe, sino el cómo hago para que ambos sentidos sean verdaderos en su propia dimensión, en su contextualidad, en su universo. No se trata de encíclicas y de apostolados, sino de la certidumbre de que somos seres que buscamos  un  lugar exacto en el cosmos. La Carta Encíclica de Juan Pablo II de 1998 es  acertada cuando afirma que la fe y la razón no son excluyentes, sino convergentes. Ni una es superior a la otra. Ambos se construyen, se transforman, no en procesos dialécticos, sino como nueva categoría.





Creemos firmemente que el UNO, no deber ser más aquel sujeto que mira de espaldas a su mundo, se encierre en falsas premisas etnocéntricas, que desprecie al OTRO, al extraño por tan sólo hablar de otros valores que considera culturalmente inferiores. No existe tal razonamiento. Sólo el horrendo subjetivismo de la educación vertical, cínica, de mentes degradas puede concebir eso. Las culturas  se hermanan en una gran fraternidad que los redime ante sus dioses, en lenguas ilimitadas, absolutamente constructivas.





Finalmente, las categorías que denominan a Dios de diversas maneras: Alá, Tao, Jehová, Energía, Alma Universal, etc, sólo tienen cabida en una sociedad donde la libertad sea la única motivación. Sólo en este reconocimiento de la libertad es posible afirmar nuevos valores. No existe la verdad, existen varias verdades. Por eso la única religión verdadera –dijo una vez Einstein-es  la humanidad. Hacia ella deben ir nuestras razones, nuestra fe, porque en ella está Dios, está el Hombre y toda su grandeza


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